miércoles, 15 de agosto de 2007

SÁHARA OCCIDENTAL (La "casa" de los "saharauis")

EL SÁHARA OCCIDENTAL (La "casa" de los "saharauis")

Fernando Pinto Cebrián


El Sáhara Occidental, la "casa de los "saharahuis" fue ocupada por la fuerza por su vecino del Norte trasformándose para el ocupante, por la lógica de los hechos, en un “avispero” bélico y político.
Connivencias interesadas de éste con algunos vecinos próximos y otros más apartados, y la falta de exacto conocimiento de la situación por parte de algunos observadores, han estado y aún están frenando los intentos de recuperación por sus legítimos dueños.
Sin embargo su lucha sigue adelante con una tenacidad ejemplar, tanto por los que fueron expulsados de su “casa”, como por aquellos que ahora viven la diáspora.
Y es que ninguno puede borrar de su alma como era, como estaba amueblada con sus tradiciones, su cultura y la historia de sus antepasados. Así, la nostalgia de su Sahara (desierto), estén donde estén, siempre les acompaña junto al enorme deseo de regresar.
Un desierto, aquel de Sáhara, de horizonte infinitos y reverberantes, de pequeños mares e islas de dunas fruto de espejismos, de omnipresentes arenas bajo mil formas en movimiento imperceptible y de rocas, piedras…, calcinadas en extensiones sin medida, de montañas heridas, llenas de cicatrices, dominadas por la arena que las supera y cubre, de tierras saladas; un desierto de cegadora luminosidad aún en los contados días de nubes, de colores llenos de viveza: blancos radiantes, amarillos, rosáceos, sienas, marrones de gran violencia, verdes brillantes en los pastos tras las lluvias, pajizos ambarinos tras el rápido estiaje; un desierto de olores y sabores acres de punzante sensación y tenaz persistencia; un desierto de “wads” (rios) y de lagos de súbita muerte tras las contadas borrascas, de vientos constantes, abrasadores, violentos en las cegadoras tormentas de arena, de calor asfixiante, de sequedad, de fríos nocturnos, de silencios totales cuando la naturaleza calla; un desierto de vida animal y vegetal en oculta, contínua y experimentada lucha por la supervivencia, de hombres resistentes, duros y curtidos, serios y joviales, orgullosos y humildes, jefes de si mismos y respetuosos de su estructura social, acogedores y esquivos, raudos en ideas y aparentemente lentos en explicaciones, amantes de la conversación y de los silencios…; un desierto con “jaimas” y casas sin ostentación externa, de nómadas y estables en aprendizaje…; un desierto con un paisaje nada simple, como se cree, de un mundo, el “sahara”, que, a pesar de la creciente modernidad ajena que trata de invadirlo, defendiéndose por sí mismo, sigue guardando celosamente vivo el secreto de su cautivadora atracción; un desierto que sigue esperando el regreso de aquellos que más le aman: los saharauis.

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