domingo, 1 de noviembre de 2009

LO POSIBLE, LO NECESARIO, LO QUE SE PUEDE


Fernando Pinto Cebrián

No hace falta pasar por el formalismo de definir con exactitud cada una de las locuciones citadas, todo el mundo las conoce y las emplea de forma similar.
Pero, si hay ciertos matices diferenciales en su definición, es en su empleo, cuando las relacionamos con una acción determinada y sus resultados, donde radican realmente las diferencias reales de su interpretación, desde la realidad a la demagogia.

Veamos.

Si bien decimos que hacemos lo posible o todo lo posible cuando ponemos de nuestra parte todo aquello, sin omisión alguna, para alcanzar el objetivo planteado, el resultado, dependiendo si es positivo o negativo, nos hace variar la percepción de ese hacer.
Así, si es positivo, lo posible que se hizo fue realmente lo posible, y entonces nadie lo pone en duda, nadie pregunta.
Pero si fue negativo, si resultó un fracaso, todo lo posible que se hizo puede ser cuestionado en la idea de que algo faltó, ya que incluso si admitimos que cometimos un error, el no darse cuenta del mismo fue una falla en ese hacer todo lo posible.

Si bien decimos que hacemos lo necesario, todo lo necesario, de acuerdo con unas circunstancias determinadas que condicionan nuestra acción, resulta lo mismo que en el caso anterior cuando hablamos de éxito o de derrota.
Se hizo realmente todo lo necesario si se alcanza lo que se quería, no hay entonces ninguna duda.
Y no, cuando no llegamos a ello, puesto que faltó alguna parte de lo necesario que no vimos o nos perdimos al no interpretar correctamente aquello, mudable siempre, que se oponía a nuestra acción.

Si bien decimos que hacemos todo lo que se puede de acuerdo con nuestras posibilidades o capacidades, en la misma línea de pensamiento que en los planteamientos anteriores, también será verdad según el resultado.
Por lo tanto, se hizo realmente todo lo que se pudo cuando nuestra potencialidad fue la ajustada al éxito logrado; pudieron incluso sobrar medios pero con seguridad no faltaron y fueron bien aplicados.
Y no se hizo cuando no lo alcanzamos, ya que, en este mundo de interacciones, en nuestro poder estaba el que, cuando vemos que no podemos, buscar apoyos, ayudas, que amplíen nuestras capacidades a fin de que el ajuste de medios al problema fuera el adecuado.
De todas formas, también hay quien dice que hizo todo cuanto estuvo en su mano y, sin ser verdad, ver corroborado su aserto por haberse alcanzado el objetivo por causas ajenas a sus pobres esfuerzos.
Bien.
Lo expuesto viene al paso de aquellos que dicen que hacen todo lo posible, todo lo necesario, todo lo que se puede, como elemento justificativo del posible desastre futuro o del ya manifiesto.
Por eso se hace siempre necesario analizar de manera correcta la situación en la que se va a actuar haciendo previsiones sobre su evolución, las más probables y las más peligrosas, para de acuerdo con las primeras plantear la acción y con las segundas contar con los medios adecuados para adoptar los cambios necesarios con rapidez y eficacia.

El resultado positivo es realmente lo que cuenta, por eso se hace preciso la mayor objetividad posible y no hablar por demás durante la acción, vendiendo con alegría el producto antes de conseguirlo o llorando por si no lo conseguimos.
Y si esto muchas veces en nuestros asuntos no tiene demasiada importancia, si la tiene, por mínima que esta sea, cuando el interlocutor es un medio, organismo o institución pública donde el elemento pensante, y actuante, no es solo una persona, sino muchas, y además profesionales.