miércoles, 30 de junio de 2010

DE LOS FRUSTRADOS

Fernando Pinto Cebrián

La frustración no admitida no ha dejado de atacar, individual y colectivamente, a los ambiciosos, soberbios y orgullosos desmedidos, a los mezquinos, a los inútiles, perezosos y vagos,…, a todos aquellos que se creen inteligentes, en posesión de la única verdad, y por lo tanto, por encima de los demás que, por supuesto, están equivocados…

Se les puede encontrar en todo tipo de colectivos (políticos, económicos, militares,…), generalmente frustrados por no haber alcanzado su objetivo: el ascenso deseado, el puesto de prestigio procurado, el nivel económico pensado,…

En general, sus pataletas antes quedaban en el grupo auditorio de sus “amigos” y en el de aquellos que, “cazados” circunstancialmente, escuchaban ineludiblemente, no su lamento, no el reconocimiento de sus posibles equivocaciones, sino el error cometido por sus superiores, la falta de comprensión hacia sus cualidades, sus virtudes,…, que citaran sin pudor alguno…

Lo curioso es que hoy día, con el acceso fácil a los m.c.s, ese tipo de frustrados que no quieren reconocerse como tal, generalmente en la impunidad que les proporciona el estar fuera ya de su ámbito profesional, exponen abiertamente lo que ellos creen (se lo creen de verdad) respecto de la funcionalidad actual de sus camaradas con verdades a medias, manipuladas según sus intereses, sin conocer toda la realidad,…, tratando de hacer daño, de frustrar sembrando la duda,…, a los que quedaron, a los que alcanzaron los puestos y premios que ellos no obtuvieron...

Dogmáticos y demagógicos, se permiten criticar las actuaciones presentes explicando, desde el poderío que aún creen tener, los errores que se están cometiendo y lo que hay que hacer (más bien lo que habría que hacer si ellos estuvieran al mando)…

Lo que no saben, en su “piñón fijo” y en su estulticia manifiesta, es que digan lo que digan, en prosa o en poesía, su obsesión delata su enfermedad, la falta de asimilación de su frustración…

Y es que, tales necios, tan sólo aplaudidos por otros tales, aún no han aprendido a digerir su falsa derrota, a transformarla en positivo, en suma, a escapar del síndrome del “teléfono en silencio” y a comprender que ya no les van a llamar para nada, que no les van a recuperar…, en definitiva que su tiempo ya pasó.