domingo, 9 de septiembre de 2007

EL "FADO", EXPRESIÓN DE SENTIMIENTOS, DE PASIONES, DE FORTUNAS Y DE INEVITABLES DESTINOS


EL “FADO”, EXPRESIÓN DE SENTIMIENTOS, DE PASIONES, DE FORTUNAS Y DE INEVITABLES DESTINOS


("Sentimientos de Lisboa". Articulo Diario de Burgos. Burgense DB)


Fernando Pinto Cebrián


Eludiendo la faceta turística, el “fado” auténtico, el verdadero (del latín “fas,fatum”: destino) es para el portugués en general y para el lisboeta en particular, algo muy serio y, a la vez, muy complicado de explicar por cuanto hay por medio sentimientos íntimos difíciles de comunicar al extraño (el “fado” de Lisboa es considerado por los entendidos-lisboetas- como el más puro y cercano a los orígenes, probablemente a mediados del XIX, más que el también famoso de Coimbra conectado a su Universidad).
Aunque su música y canto se hacen para el “castellano”, de oído nada acostumbrado, un tanto cuesta arriba, cierto es que, escuchados en alguna “igreja de fado” (forma coloquial de denominar las “casas de fado”, fáciles de encontrar en los viejos barrios de Alfama, Mouraria, Bairro Alto y Madragoa), en el silencio requerido y con el entendimiento bien dispuesto, dejándose llevar lo más posible por el “ser” portugués, es factible alcanzar sensaciones, sentimientos…, llenos de melancolía, de tristeza, de “saudade" (nostalgia y mucho más)…, que serán difíciles de olvidar.
Llegaríamos, tal vez, a intuir la definición que del “fado” nos dejó Amalia Rodrigues, “fadista” por excelencia: “Amor, celos, ceniza y fuego, dolor y pecado. Todo esto existe. Todo esto es triste. Todo esto es “fado”".
Y es que el “fadista”, el cantor, trovador de “fados”, expresión que no se ha de confundir en este caso con la de “truhán” o “rufián”, encuentra siempre la forma, por encima de su aparente monotonía musical, de transmitir la suficiente energía a sus palabras, salidas del fondo de su alma, sobre el amor, próximo ayer y hoy ya distante, sobre el nostálgico recuerdo de la tierra, la casa, el hogar, la familia, la novia dejada…, para que, haciéndolas nuestras, seamos capaces de percibir su poesía, de temblar, de sentir ansiedad por aquel momento nuestro ahora ya inaccesible…, tal y como lo sintieron los viajeros y los marineros portugueses al viejo estilo…
Sólo si alguna vez, “fadados” (predestinados), el “fado” nos alcanza el espíritu, es posible que podamos, aunque ajenos a su mundo, entender también ese “fado” popular que, fuera de locales al uso, podemos encontrar en algunas calles de Lisboa, acompañado por la música desgarradora de un viejo acordeón, viola o guitarra portuguesa.
“Fado” que también nos hablará de amores, de fatalidades, de pasiones, de dolores y tristezas de la vida cotidiana, pasada y presente, de aquella en la que estamos inmersos y que muchas veces, acuciados por la prisa, por la falta de tiempo y mil problemas, no alcanzamos a ver, a comprender…
Tal vez detenernos y escuchar tan solo unos segundos a aquel “fadista” callejero nos libere, por un momento, de la presión vital que nos agobia, ayudándonos a comprometernos con nuestro ineludible destino…, tal vez.

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