miércoles, 2 de mayo de 2012

DE PESIMISMOS... (simplicidades)


Fernando Pinto Cebrián


Fuera del particular de cada uno, propio de cada situación personal, temporal o crónico, es de interés hoy aquel que, general en la sociedad, nos hace ser pesimistas junto a los demás, como los demás…

Un pesimismo que no arranca de uno sino que nos viene impuesto desde fuera, por la situación en la que todos vivimos, afectándonos de forma más o menos virulenta según posición social y la capacidad y fuerza de respuesta…

Si el primero puede enfermar al individuo, el segundo puede enfermar a la sociedad (con la salvedad de aquellos que se consideran por encima de ésta), y si el primero se puede curar, el segundo también…

En el primer caso, analizadas correctamente sus razones, se ha de seguir el tratamiento adecuado en el convencimiento de que aquel que lo dispone no nos engaña, que será lo más seguro, y ¡punto!

En el segundo, si nos invade masivamente la cosa se complica, y sobre todo si el que aplica la terapia como “líder político-social” no analiza correctamente sus causas y/o nos engaña visionando a propósito de forma desfavorable todo lo que ocurre y, al mismo tiempo, enmascara lo favorable por intereses particulares ocultos…, y más aún si se añade pesimismo, engañoso o no, procedente del exterior y el citado “líder” le da credibilidad absoluta…

Si tal “líder” (o “líderes”) no emplea con prontitud y mesura un lenguaje en positivo, si sus mensajes son constantemente negativos, pesimistas, sin analizar las razones de tal juicio para ver una salida razonablemente optimista, es decir, si no se alcanza pronto, aunque la solución esté lejos, el ponderado equilibrio entre pesimismo-optimismo, el pesimismo se puede llegar a cronificar de manera que no será difícil encontrar el camino a la rebeldía…, aquella del moribundo que no quiere morir, que no se quiere entregar al desfallecimiento y al fallecimiento…

Así, al lado de las explicaciones que nos hacen ver que la botella está medio vacía son siempre convenientes, aquellas que nos permiten verla medio llena, y no vale que nos digan que la botella está vacía porque siempre, con optimismo, se nos puede decir que se puede rellenar, o encontrar otra botella llena, o casi llena, o medio llena, o un poco llena.

Y ese optimismo, equilibrador del pesimismo, no precisa tampoco ser falseado, está ahí…, y si no es así al menos nos hundiremos todos contentos... ya que “sarna con gusto no pica”, o sí, pero…

¡Algo es algo!