Fernando Pinto Cebrián
La diferencia parece estar clara, pero muchos se confunden, algunos interesadamente.
Podemos creer que algo va a ocurrir, sin embargo no sabemos si ocurrirá con exactitud, ya que el creer no implica más que tener fe en algo, siempre que interese, sin conocimiento exacto de ello.
Por lo tanto, no se está informado de los elementos que llevan a tal acontecimiento y se da crédito al mismo como si aquellos fueran seguros o ciertos.
Sin embargo, saber que algo va a ocurrir se relaciona con el conocimiento de los acontecimientos que llevan al hecho, es decir se está informado de ellos, ya que, acercarse desde la información contrastada a la verdad objetiva, descartando o colocando en su sitio las subjetividades siempre presentes que un hecho apunta, algo siempre difícil de alcanzar pero no del todo imposible, es lo que propone el que busca saber
Cualquier analista que se precie, o que haya tratado por asuntos profesionales con ellos, sabe e interpreta perfectamente tales conceptos a no ser que actúe interesadamente, de motu propio o por inducción externa, o a no ser que sea un mal analista o pseudoanalista (el peor es aquel que se cree que lo es).
Hoy día, en el “patio de nuestro colegio” encontramos a muchos de los que, bajo no se sabe que criterios, dicen saber, cuando sólo creen, lo que va a ocurrir en ámbitos diversos (el político, el social, el económico, etc.), negando, que es lo más grave, la información de los que realmente saben del tema, de los que lo trabajan en base a datos lo más exactos posibles.
Por eso, precisamos saber como deslindar ambos conceptos dado que también nosotros podemos llegar a creer que sabemos algo, no siendo verdad tal conocimiento.
No es de recibo, que se nos diga que puede ocurrir tal o cual evento en asuntos de terrorismo, de evolución económica o política,…, y más cuanto provocan alarma social, sin la indicación correspondiente de los elementos informativos en los que el “profeta” se basa, y, sobre todo, cuando éste, de alguna forma, está reconocido públicamente por cualquier tipo de autoridad: gubernativa, institucional, partidaria,…, da lo mismo.
Y ello porque, a fuer de que con tantos “dioses y profetas falsos” manifestándose, los “profetizados”, desorientados, reorientados hasta la saciedad, pueden llegar a creer lo que aquellos dicen, con el costo social que eso puede, a la larga, llegar a suponer.
Y es más, podemos también llegar a creer que los que dicen saber algo no cuentan siempre toda la verdad o tomarlos por aquellos que dicen creer.
Que no nos confundan. Tan sólo es preciso creer en lo que se sabe desde una información lo más veraz y contrastada posible.
Si no es así, nos incorporaremos al “borreguismo” habitual haciendo el “caldo gordo” a los manipuladores de todo tipo de creencias y sabidurías.
¡Amén!
La diferencia parece estar clara, pero muchos se confunden, algunos interesadamente.
Podemos creer que algo va a ocurrir, sin embargo no sabemos si ocurrirá con exactitud, ya que el creer no implica más que tener fe en algo, siempre que interese, sin conocimiento exacto de ello.
Por lo tanto, no se está informado de los elementos que llevan a tal acontecimiento y se da crédito al mismo como si aquellos fueran seguros o ciertos.
Sin embargo, saber que algo va a ocurrir se relaciona con el conocimiento de los acontecimientos que llevan al hecho, es decir se está informado de ellos, ya que, acercarse desde la información contrastada a la verdad objetiva, descartando o colocando en su sitio las subjetividades siempre presentes que un hecho apunta, algo siempre difícil de alcanzar pero no del todo imposible, es lo que propone el que busca saber
Cualquier analista que se precie, o que haya tratado por asuntos profesionales con ellos, sabe e interpreta perfectamente tales conceptos a no ser que actúe interesadamente, de motu propio o por inducción externa, o a no ser que sea un mal analista o pseudoanalista (el peor es aquel que se cree que lo es).
Hoy día, en el “patio de nuestro colegio” encontramos a muchos de los que, bajo no se sabe que criterios, dicen saber, cuando sólo creen, lo que va a ocurrir en ámbitos diversos (el político, el social, el económico, etc.), negando, que es lo más grave, la información de los que realmente saben del tema, de los que lo trabajan en base a datos lo más exactos posibles.
Por eso, precisamos saber como deslindar ambos conceptos dado que también nosotros podemos llegar a creer que sabemos algo, no siendo verdad tal conocimiento.
No es de recibo, que se nos diga que puede ocurrir tal o cual evento en asuntos de terrorismo, de evolución económica o política,…, y más cuanto provocan alarma social, sin la indicación correspondiente de los elementos informativos en los que el “profeta” se basa, y, sobre todo, cuando éste, de alguna forma, está reconocido públicamente por cualquier tipo de autoridad: gubernativa, institucional, partidaria,…, da lo mismo.
Y ello porque, a fuer de que con tantos “dioses y profetas falsos” manifestándose, los “profetizados”, desorientados, reorientados hasta la saciedad, pueden llegar a creer lo que aquellos dicen, con el costo social que eso puede, a la larga, llegar a suponer.
Y es más, podemos también llegar a creer que los que dicen saber algo no cuentan siempre toda la verdad o tomarlos por aquellos que dicen creer.
Que no nos confundan. Tan sólo es preciso creer en lo que se sabe desde una información lo más veraz y contrastada posible.
Si no es así, nos incorporaremos al “borreguismo” habitual haciendo el “caldo gordo” a los manipuladores de todo tipo de creencias y sabidurías.
¡Amén!
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