Fernando Pinto Cebrián
El pastor de camellos con el que compartíamos un té debajo de una “talha” en el desierto mauritano, tras decirle que teníamos prisa por llegar a nuestro destino, nos planteó la siguiente divagación filosófica.
Tras dibujar en la arena con un palito un rectángulo comenzó a hablar:
- Esto que dibujo es nuestro espacio de vida, espacio donado por Allah.
- Nacemos aquí (entiéndase el punto A).
- Y morimos aquí (véase el punto B).
- Nuestra vida va desde este punto (A) a este otro (B), pero no en línea recta.
- Allah nos permite andar hacia arriba, hacia abajo, según nuestra elección pero siempre hacia delante…
- En esa línea de vida se suman los tiempos, día a día, con la familia, con los demás, el tiempo de nuestras relaciones, de nuestro trabajo,…, y todos tienen su valor.
- Tiempos en equilibrio. Por eso hay que vivir sin prisas, dando a cada cosa su tiempo.
- Vivir como aquí, relativizando el valor de cada tiempo. No como vosotros que siempre tenéis prisa, que sólo pensáis en el trabajo sin daros cuenta de que en la vida hay algo más que eso, muchas veces más importante…
Y en la idea de que aquel pensador del desierto tenía mucha razón, de que ciertamente nos dejábamos arrastrar por los apremios de la vida laboral…, nos dijimos adiós para seguir caminando en nuestro rectángulo de vida, hacia B, con aquellas premuras occidentales con las que ya no sabíamos vivir…
Además cualquiera le explica el asunto de la crisis, del paro..., y demás malditos sucedáneos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario