GLOBALIZACIÓN, GLOBALISMO Y GLOBALIDAD
Fernando Pinto Cebrián
El “Imperio” del Oeste ha renovado su jefatura y se habla de cambio con derivada “global”. Un “Imperio” que se dice necesitado de transformaciones, tal vez porque se ha dado cuenta (no se si ahora) de su declive “global”.
Desde allí se nos habló mucho antes de la “crisis o del fin de la historia”, de “los últimos días del presente”, del “pensamiento único” de la “mundialización o globalización”, de la “aldea global”, etc. En definitiva, de los profundos cambios que, sobre la concepción del mundo, tales ideas dispersas en el ámbito mundial (¿a propósito?) producirían.
Los debates sobre tal concepción, entre los partidarios de la “globalización” y de la “antiglobalización”, no se hicieron esperar, y aún hoy nos siguen persiguiendo acentuados con el catalizador de una crisis económica/financiera “global”.
Unos deseaban y propiciaban tal “globalización”, otros la rechazaban y trabajaban en su contra, mientras que los indiferentes observaban.
Los primeros, eran los “descubridores” de la panacea a sus planteamientos “mundializadores”.
Los segundos, dándose cuenta de la presión “globalizadora” unidireccional en el terreno económico y de algunos de sus presuntos efectos negativos (desequilibrios económicos, desigualdad e injusticia social, limitaciones políticas, etc.), plantearon una “antiglobalización” que, unificada sólo en cuanto a la necesidad de escapar de alguna manera a aquella, intentaba al mismo tiempo compensarla con el añadido de unas “globalizaciones” específicas: cultural, política, de aplicación de los derechos humanos,…, dando lugar realmente, desde la “antiglobalización”, a una “globalización” multidireccional.
De todas formas, no hay que engañarse, la “globalización” no es un fenómeno nuevo. Lo “global”, la “globalidad” en el sentirse “ciudadano del mundo” conviviendo con las diferencias, ha sido una constante en la historia de la humanidad al compás de la aproximación entre los pueblos por medio de su economía (sobre todo), de su hacer político, de las guerras, de su cultura, de sus costumbres, etc., y, además, aunque le pese al poder mundial (o los presuntos poderes mundiales), es un fenómeno sobre el que los “terrícolas” de a pié no tienen posibilidad de decisión. Está ahí, más o menos oculto, y aparece o desaparece según los impulsos de los Estados “globalizadores” sobre los otros, los constituidos en terreno a “globalizar”. Lo que ocurre hoy es que hay una serie de catalizadores que acentúan su presencia: fundamentalmente la rapidez de comunicación de la información y de desplazamientos.
A lo largo de la Historia, han aparecido Estados que, por su poder político, económico, militar,…, fueron capaces de influir en el entorno internacional, creyendo que sus valores y su forma de vida deberían ser adoptados por los demás, y, asimismo, de crear una teoría-ideología al respecto (la suya, claro está): el “globalismo”, con la que construir su “globalidad” (y todos contentos).
Eran los Estados (o el Estado) con poder director de “globalización”. Estados con la posibilidad de generar tensiones entre ellos y sus seguidores por la asunción de tal poder.
A ellos se unieron otros convencidos de los beneficios de tal “globalismo” y actuaron, interesadamente, como repetidores pasivos y activos de su expansión y/o aplicación, pero con la posibilidad de mantener cierta autonomía para poder aceptar o rechazar algunas partes de la teoría “globalizadora”, siempre y cuando no creara conflictos al “director”.
Eran los Estados de poder medio en la “globalización” que podían verse arrastrados hacia las tensiones de los mayores
Otros, sin autoridad alguna, fueron el terreno en el que se jugaba la “globalización”, sobre todo la económica.
Eran los Estados sin poder de “globalización”, y muchas veces sin poder de “antiglobalización”.
Y ahora, en un mundo así repartido (con variaciones lógicas por el correr del tiempo), la “globalización” y la consecuente “antiglobalización”, siguen adelante.
Ambos fenómenos continúan presentes en base al supuesto de que la “globalización” une y al mismo tiempo separa, pero que si sabemos evitar aquello que disgrega podremos alcanzar la “prosperidad global”.
Ideas en tal sentido, tanto a favor como en contra, todas
El ex Presidente Clintón apuntaba en Madrid (Conferencia en la Fundación Rafael del Pino, 2001) que “lo importante no es si la globalización seguirá adelante, sino de que manera lo hará”. Su globalización, por supuesto económica, en la que expone con claridad los tres Estados expuestos: el director, el asumidor y los que hay que globalizar, para que funcione ha de "implicar a todos los países” amigos, ya que “si no trabajamos juntos, nunca venceremos a nuestros enemigos”.
Bien.
¿Y en la actualidad? ¿Habrá cambios tras aquel apuntado al comienzo? ¿Habrá, como primer paso, una “desglobalización” de la economía “globalizadora” anterior? ¿Nacerá una nueva “globalización” económica que tenga en cuenta los errores cometidos? ¿Se escucharán las voces de los “antiglobalizadores” y de los “globalizados” a la fuerza? ¿Se caminará hacia una “globalización” completa, uniendo lo económico a los demás aspectos de la sociedad global?...
Difícil encontrar respuestas desde el pesimismo actual, sobre todo cuando la prioridad de resolución de los problemas económicos se conjuga con otros frentes en los que también es necesario intervenir: guerras, terrorismo “global”, fracturas en el Derecho Internacional, en la Convención de Ginebra, en los Derechos Humanos, recuperación de la diplomacia pacificadora, y un largo etcétera.
Veremos.
Fernando Pinto Cebrián
El “Imperio” del Oeste ha renovado su jefatura y se habla de cambio con derivada “global”. Un “Imperio” que se dice necesitado de transformaciones, tal vez porque se ha dado cuenta (no se si ahora) de su declive “global”.
Desde allí se nos habló mucho antes de la “crisis o del fin de la historia”, de “los últimos días del presente”, del “pensamiento único” de la “mundialización o globalización”, de la “aldea global”, etc. En definitiva, de los profundos cambios que, sobre la concepción del mundo, tales ideas dispersas en el ámbito mundial (¿a propósito?) producirían.
Los debates sobre tal concepción, entre los partidarios de la “globalización” y de la “antiglobalización”, no se hicieron esperar, y aún hoy nos siguen persiguiendo acentuados con el catalizador de una crisis económica/financiera “global”.
Unos deseaban y propiciaban tal “globalización”, otros la rechazaban y trabajaban en su contra, mientras que los indiferentes observaban.
Los primeros, eran los “descubridores” de la panacea a sus planteamientos “mundializadores”.
Los segundos, dándose cuenta de la presión “globalizadora” unidireccional en el terreno económico y de algunos de sus presuntos efectos negativos (desequilibrios económicos, desigualdad e injusticia social, limitaciones políticas, etc.), plantearon una “antiglobalización” que, unificada sólo en cuanto a la necesidad de escapar de alguna manera a aquella, intentaba al mismo tiempo compensarla con el añadido de unas “globalizaciones” específicas: cultural, política, de aplicación de los derechos humanos,…, dando lugar realmente, desde la “antiglobalización”, a una “globalización” multidireccional.
De todas formas, no hay que engañarse, la “globalización” no es un fenómeno nuevo. Lo “global”, la “globalidad” en el sentirse “ciudadano del mundo” conviviendo con las diferencias, ha sido una constante en la historia de la humanidad al compás de la aproximación entre los pueblos por medio de su economía (sobre todo), de su hacer político, de las guerras, de su cultura, de sus costumbres, etc., y, además, aunque le pese al poder mundial (o los presuntos poderes mundiales), es un fenómeno sobre el que los “terrícolas” de a pié no tienen posibilidad de decisión. Está ahí, más o menos oculto, y aparece o desaparece según los impulsos de los Estados “globalizadores” sobre los otros, los constituidos en terreno a “globalizar”. Lo que ocurre hoy es que hay una serie de catalizadores que acentúan su presencia: fundamentalmente la rapidez de comunicación de la información y de desplazamientos.
A lo largo de la Historia, han aparecido Estados que, por su poder político, económico, militar,…, fueron capaces de influir en el entorno internacional, creyendo que sus valores y su forma de vida deberían ser adoptados por los demás, y, asimismo, de crear una teoría-ideología al respecto (la suya, claro está): el “globalismo”, con la que construir su “globalidad” (y todos contentos).
Eran los Estados (o el Estado) con poder director de “globalización”. Estados con la posibilidad de generar tensiones entre ellos y sus seguidores por la asunción de tal poder.
A ellos se unieron otros convencidos de los beneficios de tal “globalismo” y actuaron, interesadamente, como repetidores pasivos y activos de su expansión y/o aplicación, pero con la posibilidad de mantener cierta autonomía para poder aceptar o rechazar algunas partes de la teoría “globalizadora”, siempre y cuando no creara conflictos al “director”.
Eran los Estados de poder medio en la “globalización” que podían verse arrastrados hacia las tensiones de los mayores
Otros, sin autoridad alguna, fueron el terreno en el que se jugaba la “globalización”, sobre todo la económica.
Eran los Estados sin poder de “globalización”, y muchas veces sin poder de “antiglobalización”.
Y ahora, en un mundo así repartido (con variaciones lógicas por el correr del tiempo), la “globalización” y la consecuente “antiglobalización”, siguen adelante.
Ambos fenómenos continúan presentes en base al supuesto de que la “globalización” une y al mismo tiempo separa, pero que si sabemos evitar aquello que disgrega podremos alcanzar la “prosperidad global”.
Ideas en tal sentido, tanto a favor como en contra, todas
El ex Presidente Clintón apuntaba en Madrid (Conferencia en la Fundación Rafael del Pino, 2001) que “lo importante no es si la globalización seguirá adelante, sino de que manera lo hará”. Su globalización, por supuesto económica, en la que expone con claridad los tres Estados expuestos: el director, el asumidor y los que hay que globalizar, para que funcione ha de "implicar a todos los países” amigos, ya que “si no trabajamos juntos, nunca venceremos a nuestros enemigos”.
Bien.
¿Y en la actualidad? ¿Habrá cambios tras aquel apuntado al comienzo? ¿Habrá, como primer paso, una “desglobalización” de la economía “globalizadora” anterior? ¿Nacerá una nueva “globalización” económica que tenga en cuenta los errores cometidos? ¿Se escucharán las voces de los “antiglobalizadores” y de los “globalizados” a la fuerza? ¿Se caminará hacia una “globalización” completa, uniendo lo económico a los demás aspectos de la sociedad global?...
Difícil encontrar respuestas desde el pesimismo actual, sobre todo cuando la prioridad de resolución de los problemas económicos se conjuga con otros frentes en los que también es necesario intervenir: guerras, terrorismo “global”, fracturas en el Derecho Internacional, en la Convención de Ginebra, en los Derechos Humanos, recuperación de la diplomacia pacificadora, y un largo etcétera.
Veremos.
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