SOBRE EL FINAL DE LOS TERRORISMOS
(breves observaciones)
Fernando Pinto Cebrián
Toda sociedad que no apruebe la violencia, venga de donde venga, empleada como justificación para el alcance de intereses grupales, quiere que el terrorismo, cualquiera que sea su origen, desaparezca de su vida.
Asimismo, todo grupo terrorista, sea cual fuere, justificando su violencia impositiva, no quiere desaparecer de la vida de la sociedad que les sufre hasta alcanzar sus objetivos (y luego ya veremos).
Planteamiento simplista: aquel de dos grupos sociales enfrentados, uno poniendo las víctimas, otro poniendo los verdugos.
La resolución del problema también se suele plantear de igual manera: para los primeros desaparición-éxito/mantenimiento-fracaso, para los segundos desaparición-fracaso/mantenimiento-éxito.
Sin embargo el asunto es bastante más engorroso en la complejidad del pensamiento-acción de cada una de las partes.
Si no fuera así, los terrorismos en las condiciones adecuadas desaparecerían y, sin embargo, se enquistan en la sociedad (nacional/internacional) en la que actuan.
Aspectos clave entonces a dilucidar: cuales son las condiciones adecuadas para su desaparición evitando tal enquistamiento.
¿Condiciones?, cada caso particular tiene las suyas pero las generales a particularizar son conocidas de experiencias anteriores:
. Unidad a todos los niveles de la sociedad que sufre el problema.
. Aislamiento social y político de los terroristas y afines.
. Comprensión por los terroristas de la futilidad de sus objetivos.
. Disolución de los terroristas y absorción social de los afines.
Entonces ¿dónde está la dificultad?
Principalmente se encuentra en aquellos inconvenientes que frenan la posibilidad de revertir una voluntad hostil, y más cuando ésta se recluye en si misma, aprisionando a sus seguidores, y se expande de forma cerrada dentro de la bolsa del quiste social que supone su entorno.
Y ¿cuales son tales inconvenientes?
En principio, es la misma bolsa quística la que no deja entrar fácilmente aquellas razones que desmontan las suyas, aquellas que justifican su violencia.
Pero también hay otras “ayudas” a la continuidad del problema:
. Las dificultades que algunos, desde el nivel político y desde las partes sociales que le apoya, plantean al logro de la necesaria unidad de acción en torno al Gobierno y sus instituciones para resolver el problema. Unidad que debe ser avalada por la mayoría de la población evitando así que la política antiterrorista pueda ser obstruida por opiniones divergentes.
. Las diferencias existentes entre los políticos que quieren soluciones ahora (objetivos próximos a alcanzar en su mandato) y la de los técnicos antiterroristas (metas lejanas) que saben bien que el problema requiere su tiempo.
. La dificultad que algunos políticos tienen a dejarse asesorar por los técnicos en la materia, y aquella debida a la tendencia “política” a cambiarlos en cada mandato (el trabajo se abre así de nuevo con todas las rémoras de un nuevo inicio y nuevos planteamientos).
. La incomprensión desde el nivel político del verdadero alcance social del problema en la toma de decisiones. El tiempo acumula cambios emocionales, perturbaciones estructurales, que hacen que las medidas correctoras puestas en marcha no funcionen de la forma deseada. No es lo mismo un terrorista (y su entorno) de ahora que uno de hace veinte años.
Es necesario repensar, aprender de la experiencia propia y de la de otros, dejar hablar a los pensadores honestos y no encerrarlos en la mezquindad del "experto" (político o técnico) que siempre intenta tapar la boca a los demás con un “sobre eso está ya todo escrito”…
Si no corregimos estos problemas (y otros derivados no apuntados aquí), conviviremos, por tratamiento inadecuado, y no durante poco tiempo, con uno o más “quistes” terroristas en nuestro cuerpo social.
(breves observaciones)
Fernando Pinto Cebrián
Toda sociedad que no apruebe la violencia, venga de donde venga, empleada como justificación para el alcance de intereses grupales, quiere que el terrorismo, cualquiera que sea su origen, desaparezca de su vida.
Asimismo, todo grupo terrorista, sea cual fuere, justificando su violencia impositiva, no quiere desaparecer de la vida de la sociedad que les sufre hasta alcanzar sus objetivos (y luego ya veremos).
Planteamiento simplista: aquel de dos grupos sociales enfrentados, uno poniendo las víctimas, otro poniendo los verdugos.
La resolución del problema también se suele plantear de igual manera: para los primeros desaparición-éxito/mantenimiento-fracaso, para los segundos desaparición-fracaso/mantenimiento-éxito.
Sin embargo el asunto es bastante más engorroso en la complejidad del pensamiento-acción de cada una de las partes.
Si no fuera así, los terrorismos en las condiciones adecuadas desaparecerían y, sin embargo, se enquistan en la sociedad (nacional/internacional) en la que actuan.
Aspectos clave entonces a dilucidar: cuales son las condiciones adecuadas para su desaparición evitando tal enquistamiento.
¿Condiciones?, cada caso particular tiene las suyas pero las generales a particularizar son conocidas de experiencias anteriores:
. Unidad a todos los niveles de la sociedad que sufre el problema.
. Aislamiento social y político de los terroristas y afines.
. Comprensión por los terroristas de la futilidad de sus objetivos.
. Disolución de los terroristas y absorción social de los afines.
Entonces ¿dónde está la dificultad?
Principalmente se encuentra en aquellos inconvenientes que frenan la posibilidad de revertir una voluntad hostil, y más cuando ésta se recluye en si misma, aprisionando a sus seguidores, y se expande de forma cerrada dentro de la bolsa del quiste social que supone su entorno.
Y ¿cuales son tales inconvenientes?
En principio, es la misma bolsa quística la que no deja entrar fácilmente aquellas razones que desmontan las suyas, aquellas que justifican su violencia.
Pero también hay otras “ayudas” a la continuidad del problema:
. Las dificultades que algunos, desde el nivel político y desde las partes sociales que le apoya, plantean al logro de la necesaria unidad de acción en torno al Gobierno y sus instituciones para resolver el problema. Unidad que debe ser avalada por la mayoría de la población evitando así que la política antiterrorista pueda ser obstruida por opiniones divergentes.
. Las diferencias existentes entre los políticos que quieren soluciones ahora (objetivos próximos a alcanzar en su mandato) y la de los técnicos antiterroristas (metas lejanas) que saben bien que el problema requiere su tiempo.
. La dificultad que algunos políticos tienen a dejarse asesorar por los técnicos en la materia, y aquella debida a la tendencia “política” a cambiarlos en cada mandato (el trabajo se abre así de nuevo con todas las rémoras de un nuevo inicio y nuevos planteamientos).
. La incomprensión desde el nivel político del verdadero alcance social del problema en la toma de decisiones. El tiempo acumula cambios emocionales, perturbaciones estructurales, que hacen que las medidas correctoras puestas en marcha no funcionen de la forma deseada. No es lo mismo un terrorista (y su entorno) de ahora que uno de hace veinte años.
Es necesario repensar, aprender de la experiencia propia y de la de otros, dejar hablar a los pensadores honestos y no encerrarlos en la mezquindad del "experto" (político o técnico) que siempre intenta tapar la boca a los demás con un “sobre eso está ya todo escrito”…
Si no corregimos estos problemas (y otros derivados no apuntados aquí), conviviremos, por tratamiento inadecuado, y no durante poco tiempo, con uno o más “quistes” terroristas en nuestro cuerpo social.